Turkmenistán y Tartaristán, más que una relación especial

El 17 de febrero, el nuevo ministro de Industria y Operaciones de Construcción visitó la capital de la República de Tartaristán, parte de la Federación Rusa. Este hecho en sí mismo no merecería más que una breve nota de prensa. Sin embargo, el ministro era el propio Serdar Berdymukhamedov, hijo del presidente turcomano, y su viaje a Kazán era el primero que realizaba al extranjero tras apenas un mes en el cargo.

No se trata de la primera vez que Serdar Berdymukhamedov visita Tartaristán. Ya en 2017 estuvo en Kazán para asistir a una cumbre económica y reunirse con el presidente de la región, Rustam Minnijánov. Oficialmente, Serdar fue a Tartaristán en calidad de presidente del comité legislativo del parlamento turcomano, pero cuesta creer que se viese con Minnijánov en dicha capacidad. Lo que ocurrió en el 2017 fue la introducción de Serdar Berdymukhamedov a la sorprendente y recurrente relación entre Turkmenistán y Tartaristán.

Mientras que otros mandatarios centroasiáticos han ido a Tartaristán, principalmente como parte de una escala yendo o viniendo de Moscú, tanto el número como la frecuencia de las reuniones entre el presidente Gurbanguly Berdymukhamedov y su homólogo tártaro son más que destacables. Desde 2008, con Minnijánov entonces como primer ministro de Tartaristán, ambos se han visto todos los años, con el tártaro yendo a Ashgabat o Berdymukhamedov, que normalmente evita viajar el extranjero, a Kazán. Se puede decir que el presidente turcomano ya conoce a la perfección las atracciones turísticas de la capital tártara, habiendo visitado en al menos dos ocasiones (2012 y 2019) su kremlin, una ciudadela histórica Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO Además, sus subordinados han celebrado hasta el momento seis cumbres turcomano-tártaras para tratar la  colaboración entre ambas entidades en economía, comercio, ciencia, innovación y cultura.

Si Berdymukhamedov se reuniese regularmente con sus homólogos centroasiáticos, Vladimir Putin de Rusia o Xi Jinping de China, países con los cuales Turkmenistán posee lazos mucho más estrechos, no llamaría la atención. Pero el hecho de que las reuniones con un mandatario de una república federal rusa sean tan habituales, en muchas ocasiones más que con los países mencionados, hace que nos preguntemos lo siguiente: ¿cuál es la razón detrás de la alta frecuencia de dichos encuentros?

A priori, no hay nada destacable en las relaciones entre Turkmenistán y Tartaristán que justifique el número de visitas recíprocas de sus presidentes. En términos geográficos, Kazán está a miles de kilómetros de Ashgabat, casi tan lejos como Moscú. En materia cultural, turcomanos y tártaros comparten unas raíces túrquicas y una pequeña minoría tártara vive en Turkmenistán, pero eso es algo que también tienen en común Kazajstán, Kirguistán y Uzbekistán. En economía, las cifras no impresionan, con el comercio entre ambos países alcanzando los 65$ millones en los primeros nueve meses del 2019, significativamente más que los 24$ del 2018, pero aun así irrelevante.

Oficialmente, tras cada reunión se intercambian palabras biensonantes acerca de los lazos que unen a turcomanos y tártaros, se firman memorándums y se planifican nuevos encuentros. Como resultado, se logran gestos simbólicos como el memorándum de cooperación con la Universidad Innopolis durante la visita de Serdar Berdymukhamedov, la apertura de un consulado turcomano en Kazán en el 2019, la introducción de vuelos directos entre Ashgabat y Kazán operados por Turkmenistan Airlines en 2016 y diversos eventos culturales.

En términos prácticos, Turkmenistán se ha beneficiado de los servicios y bienes de un puñado de empresas tártaras, especialmente de Tatneft, una empresa del sector petrolífero que provee de equipamiento y reparaciones al yacimiento de Goturdepe, KER-Holding, para el mantenimiento de turbinas de gas, y Kamaz, una empresa de camiones que se supone que ya tiene 10,000 vehículos operando en Turkmenistán. Sin embargo, en términos cuantitativos, estos logros no son tan importantes como para sustentar la conexión turcomana-tártara. Por ejemplo, el contrato de 7 años de Tatneft (2010-2017) es de apenas $32 millones.

¿Intermediario de Putin?

La pregunta sigue sin repuesta. ¿Cuál es la razón detrás de la frecuencia de los encuentros entre  Berdymukhamedov y Minnijánov? Los lazos culturales y económicos no son suficientes así que la respuesta desde estar en otro lugar. Una explicación simple es que existe una buena relación personal entre ambos presidentes, aunque Berdymukhamedov no es conocido por tener una personalidad especialmente amable, por lo que no harían más que cultivarla. No obstante, esto no es del todo convincente por lo que uno ha de rascar la superficie para ver qué hay detrás. No sorprende que entonces comience a emerger la ya conocida cara de Vladimir Putin.

Rustam Minnijánov ha sido presidente de la República de Tartaristán desde 2010 y antes de ello fue el primer ministro de la región durante 12 años. Su larga carrera en la administración tártara indica que su lealtad a Putin es incuestionable. Por ello no es descabellado pensar que Minnijánov pueda estar siguiendo las órdenes del Kremilin y esté jugando el papel de mediador entre ambos presidentes.

No sería la primera vez que un gobernante ruso utiliza a los tártaros como intermediarios con Asia Central. Dadas las similitudes culturales, lingüísticas y religiosas entre tártaros y sus otros vecinos túrquicos, ya fueron usados en tiempos de los zares como mensajeros y embajadores durante la conquista rusa de Asia Central. Un hecho que todavía es recordado por algunos centroasiáticos que recelan del papel desempeñado por los tártaros. Lo mismo ocurrió durante la revolución bolchevique, con los tártaros empleados para diseminar la ideología comunista en el Turkestán ruso. Putin simplemente estaría continuando la tradición al delegar en Minnijánov la mayor parte de sus interacciones con su homólogo turcomano.

En algunas ocasiones, el tártaro ha desempeñado el rol de mensajero abiertamente, como cuando visitó Ashgabat en el 2013 para asistir a las celebraciones del Nouruz y “transmitió a Gurbanguly Berdymukhamedov los saludos del presidente ruso Vladimir Putin”. Sin embargo, la mayoría de los casos no son tan obvios y lo que se destacan son los continuos lazos entre Turkmenistán y Tartaristán.

Dejando a un lado la estrategia de Putin, el componente personal también podría seguir siendo un factor a tener en cuenta. Desde su independencia, Turkmenistán ha mantenido una estrecha relación con Rusia, a pesar de los vaivenes típicos. Las reuniones entre Putin y Berdymukhamedov vienen siendo más frecuentes desde hace unos pocos años, y algunas incluso se han vuelto virales por las excentricidades del turcomano. Sin embargo, es muy probable que para Berdymukhamedov sea más fácil lidiar con Minnijánov que con Putin, quien resulta más imponente. Un ejemplo de esto tuvo lugar en agosto pasado durante el Foro Económico del Caspio celebrado en Avaza (Turkmenistán), dónde se pudo a ver a un relajado Berdymukhamedov, probablemente bajo el efecto de la medicación pero aun así a gusto, hablando cómodamente con Minnijánov sobre coches de lujo.

Por ello es probable que los encuentros entre los presidentes de Turkmenistán y Tataristán obedezcan tanto a la delegación de autoridad en Minnijánov por parte de Putin como a la propia preferencia de Berdymukhamedov de tratar con el tártaro. No obstante, como suele ser el caso en todo lo referente a Turkmenistán, no hay transparencia ni una explicación oficial convincente acerca de las reuniones.

Lo más seguro es que la primera visita de Serdar Berdymukhamedov a Kazán en calidad de ministro no sea la última. Aparte del objetivo original de la reunión, es decir, la expansión de la cooperación bilateral entre ambas entidades, el hijo está siguiendo los pasos de su padre, y eso incluye proseguir con la relación más que especial entre Turkmenistán y Tartaristán. O entre Turkmenistán y Rusia, según se vea.

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