Uzbekistán, a vueltas con su historia

La rehabilitación de más de cien personas que fueron perseguidas por los soviéticos es el último episodio del revisionismo histórico en el Uzbekistán moderno. Una iniciativa importante impulsada por el presidente para hacer justicia con el pasado de la nación, aunque de una forma selectiva.

A finales de agosto, el Tribunal Supremo de Uzbekistán exoneró a 115 individuos que fueron ejecutados o condenados a prisión en los años 20 y 30 del siglo XX. Aquellos rehabilitados fueron tildados de víctimas de la represión soviética por una comisión establecida en 2022 por orden del presidente Shavkat Mirziyoyev.

En seis procedimientos penales, las 115 personas fueron o bien sentenciadas a muerte o bien pasaron por el gulag. En la mayor parte, estas condenas tuvieron lugar en la República Socialista Soviética de Uzbekistán (RSSU) bajo los auspicios del OGPU, el órgano predecesor del KGB. Sin embargo, en uno de los casos la responsabilidad recayó sobre el Tribunal Supremo Revolucionario de la República Popular Soviética de Jorasmia.

Las víctimas que fueron perdonadas son poco conocidas en dicho periodo histórico. Con la posible excepción de Nosirjan Tura, ministro de Educación de la corta Autonomía del Turkestán (1917-18) que más tarde se rebeló en Namangán, el resto eran personajes anónimos. Tal y como dice el analista político Anvar Nazirov en Eurasianet: “Un problema que sigue abierto es la rehabilitación de los líderes de la rebelión [Basmachi] contra el dominio soviético”.

Los Basmachi fueron un movimiento descentralizado que se alzó en armas contra los soviéticos. La rebelión adoleció la falta de cohesión y los diferentes grupos que emergieron tuvieron su propios cabecillas, y en muchos casos estaban centrados en temas locales.

¿Qué ocurre con los políticos?

Los líderes Basmachi no son los únicos que esperan algún tipo de rehabilitación. También lo hacen los políticos que en la década de los años 20 del siglo XX plantaron las semillas de lo que más tarde sería la RSSU y el Uzbekistán moderno.

En la orden del 2020 de Mirziyoyev, el presidente se refirió de manera explícita a seis individuos: Mahmudjodya Behbudi (1875-1919), Abdullá Avloni (1878-1934), Isjojon Ibrat (1862-1937), Abdurauf Fitrat (1886-1938), Abdulhamid Cholpon (1893-1938) y Abdulló Qodiriy (1894-1939). Todos ellos fueron importantes literatos que en la mayoría de los casos fueron ejecutados por las autoridades soviéticas.

Al referirse a escritores, Mirziyoyev parece seguir con la tradición soviética de construcción nacional. Durante la RSSU, las autoridades soviéticas acudieron al poeta del siglo XV Alisher Nava’i para construir una identidad uzbeka. Prefirieron a Nava’i en vez de a personajes más contenciosos, como el belicoso Timur (Tamerlán), a quien Fitrat ya mencionaba en sus poemas en 1917. Un poeta cumplía mejor la función que un conquistador. El presidente uzbeko parece seguir el mismo enfoque.

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Fayzulá Jodyayev

Fayzulá Jodyayev (1896-1938) y sus compañeros encarnan los personajes históricos alternativos a los que la historiografía oficial prefiere no mencionar. Presidente del Consejo de Ministro de la República Popular Soviética de Bujará (1920-24) y, más tarde, Presidente del Consejo de Comisarios de la RSSU, Jodyayev sería una elección natural. Además, fue purgado por Stalin como tantos otros dirigentes comunistas. Si sus credenciales soviéticas no convencen, ya que Uzbekistán busca apartarse de su pasado soviético, existen otras alternativas. Por ejemplo, su primo Polat Usmon Jodyayev. También fue uno de los líderes de la república de Bujará pero acabó uniéndose a los Basmachi para luchar contra los bolcheviques. Y hay otras alternativas si se quiere.

Mientras que los literatos de los años 20 y 30 en Uzbekistán están siendo rehabilitados desde hace tiempo, no puede decirse lo mismo de los políticos. En el caso de Fayzulá Jodyayev, su papel en el Uzbekistán actual está relegado a la casa-museo de su familia en Bujará. Otros no tienen tanta suerte y sus nombres han sido postergados a notas a pie de página en los libros de historia.

Los líderes contemporáneos tienen problemas a la hora de admitir el papel jugado por sus predecesores en el proceso de construcción nacional. Esto pudo verse en el 2011 cuando Islam Karímov ordenó la demolición de un monumento a Jodyayev en Bujará, levantado en época soviética. Además, renombró distritos urbanos y provinciales, quitando los nombres del líder de la RSSU Sharaf Rashídov o del comunista uzbeko Akmal Ikramov. Nadie podía hacerle sombra a Karímov, con la excepción de Tamerlán. Pero hace tiempo que Karímov ya no preside el país.

La reciente rehabilitación de las 115 víctimas de la represión soviética es un paso positivo para Uzbekistán a la hora de enfrentarse a su pasado. Aunque pueda verse como una táctica electoral de cara a los comicios presidenciales de octubre, no deja de ser una buena noticia. Sin embargo, hay otras personalidades de la historia de Uzbekistán que esperan tener su lugar en el presente del país. Desde los jadid que trataron de modernizar Bujará y Jiva a aquellos que más tarde dieron forma la nación uzbeka tal y como la conocemos hoy en día. Todo ello antes de ser silenciados por los soviéticos. ¿Tendrán su propio, y merecido, espacio en el Nuevo Uzbekistán?

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