No está fuera de lo común que los políticos escriban libros. Una vez abandonan en el poder, suelen escribir sus memorias en las que justifican sus actos y ajustan cuentas. Durante su mandato no tienen tiempo para aventuras literarias, pero ese no es el caso en Asia Central.
Los gobernantes de las actuales repúblicas exsoviéticas de Asia Central parecen sufrir un particular caso de grafomanía. Este estado les lleva a escribir, o eso proclaman que hacen pese a que probablemente todos tengan a una legión de negros literarios a sus espaldas, numerosos volúmenes sobre diversos temas, algunos de ellos sobre contenidos ligados a la política mientras que otros dicen ser polímatas y escriben sobre sobre materias a cada cual más extravagante. El uso que se hace de dichos libros es discutible, además de decorar las estanterías de las bibliotecas nacionales respectivas y ser entregados como regalos por parte de los autores a homólogos extranjeros. Gobernar un país de manera autoritaria parece no ser suficiente para los líderes centroasiáticos y sienten la necesidad de también ser tenidos por intelectuales dentro de un culto a la personalidad que varía según los países.
Alimentar el culto a la personalidad parece ser la razón principal de su producción literaria, seguida de la mejora de las relaciones públicas en el extranjero. La excepción parece ser Nursultán Nazarbáyev (1990-2019) de Kazajstán, ahora supuestamente jubilado, que se ha centrado más en el segundo aspecto. En cuestión de segundos, es fácil encontrar varios de sus libros en inglés en la web. A strategy for the development of Kazakhstan as a sovereign state, Leadership perspectives, The Kazakhstan Way: Challenges in the Modern World y Nursultan Nazarbayev: My Life, My Times and the Future son algunos de los volúmenes escritos por Nazarbáyev. Elbasy, como también se le conoce, ha hecho más que sus homólogos de la región por crear una buena imagen propia y del país en Occidente, invirtiendo para ello millones de dólares en relaciones públicas. Eso puede comprobarse en los libros que dice haber escrito. Fácilmente disponibles en inglés, en ellos trata de mostrarse como un estadista abierto al mundo, escribiendo de temas como el liderazgo, el papel de Kazajstán en el orden mundial y su destreza a la hora de navegar el periodo de incertidumbre tras la independencia.
Emomali Rahmon (1992-presente) de Tayikistán ha usado la literatura como parte del proceso de creación de una identidad nacional después de la independencia. En un momento en el que la guerra civil asolaba Tayikistán, se supone que Rahmon tuvo tiempo para escribir Los tayikos en el espejo de la historia: de los arios a los samánidas (The Tajiks in the Mirror of History: From the Aryans to the Samanids) en el cual reclama a Zoroastro como tayiko, exalta a los samánidas como los protagonistas del pasado glorioso de Tayikistán y, como es de esperar, sufre de unas dosis importantes de anacronismos y teorías infundadas.
Incluso un recién llegado como el presidente de Uzbekistán, Shavkat Mirziyoyev, no ha tardado en subirse al carro. Tras tres años en el poder, ya ha escrito otros tantos libros con títulos inacabables como El análisis crítico, la disciplina estricta y la responsabilidad personal deben formar parte de los principios diarios de las todas las acciones de un líder y La Nación con grandes intenciones tendrá una gran vida y un futuro próspero. Mirziyoyev heredó la tradición de Islam Karimov (1991-2016), que escribió Uzbekistán en el umbral del Siglo XXI dónde presenta “a los muchos lectores que están interesados en las transformaciones que están teniendo lugar en la zona post-soviética y las reformas fundamentales que están teniendo lugar en Uzbekistán tras la independencia, las esperanzas y aspiraciones de nuestra gente, y los objetivos que queremos alcanzar en el futuro”. Desafortunadamente, Karimov no siguió con las reformas de las que se vanagloriaba ya que durante su presidencia Uzbekistán se convirtió en un estado represivo conocido por sus violaciones de derechos humanos.
Askar Akayev de Kirguistán (1990-2005) es el único de los líderes centroasiáticos que fue un intelectual antes de tomar el poder. Matemático y físico de formación, entró a formar parte de la Academia Kirguiza de las Ciencias a principios de los 80 y en el 1989 pasó a presidir la institución. Sus publicaciones hasta ese momento habían estado centradas en la óptica, una de sus especialidades, e incluso durante y después de su mandato ha seguido escribiendo sobre temas relaciones con sus estudios, algo que merece la pena destacar. Sin embargo, Akayev tampoco pudo resistir la tentación de escribir un libro que favoreciese sus ambiciones políticas. En este caso, se trata de Kirguistán: un economía en transición (Kyrgyzstan: an economy in transition)en el cual usa un modelo propio de transición económica para explicar el progreso y el futuro prometedor de la economía kirguiza. Propaganda, pero más académica que la de sus homólogos.
Nadie escribe más (y mejor) que los presidentes turcomanos
Mientras que la escritura y el poder van de la mano en Asia Central, Turkmenistán lo ha elevado a otro nivel. Tanto el primer como el segundo presidente de la nación turcomana han recurrido a la escritura no solamente como parte de un ejercicio de relaciones públicas, ni como un componente de su sofocante culto a la personalidad, sino como una guía para su pueblo.
Saparmurat Niyazov (1990-2006), el primer presidente del país, subió el listón con la creación del Ruhnama, una guía pseudo-espiritual y revisionista que quiso que se convirtiese en una piedra angular del Turkmenistán independiente. Entre aquellos que sufrieron la ingrata tarea de leer el libro, de dudosa calidad y a todas luces inútil, estuvieron los estudiantes del país, que tenían que aprobar una asignatura sobre el Ruhnama para graduarse. No contento con eso, Niyazov también ordenó la construcción de un monumento al libro que todavía puede verse en Ashgabat.
Parecía difícil que alguien superase las excentricidades de Niyazov pero el segundo presidente de Turkmenistán decidió intentarlo. Gurbanguly Berdimuhamedow se ha convertido en el mejor ejemplo de un grafomaníaco patológico. De una manera que recuerda a la Corea del Norte de la dinastía Kim, se dice que ha escrito decenas de libros desde su llegada al poder en el 2006. La lista es tan larga que no merece la pena detallarla, pero basta indicar que los temas sobre los que ha escrito el mandatario incluyen al afamado caballo Akhal Teke, la raza de perro Alabai (el último capricho del presidente), los beneficios espirituales y saludables del té, el papel de Turkmenistán en la Ruta de la Seda y remedios a base de hierbas autóctonas. Berdimuhamedow se presenta ante su gente de esta manera como un polímata y sus libros han de servir de guía en la vida cotidiana de sus ciudadanos, incluso cuando ello acarrea problemas para su salud. A pesar de que sus volúmenes son alabados constantemente en los medios estatales, sus libros son tan opacos y reservados como su propio régimen y son difíciles de encontrar o comprar en el extranjero.
Los libros se escriben para ser leídos, pero eso no ocurre con las obras elaboradas de los líderes centroasiáticos. Ya sean concebidos como herramientas de relaciones públicas, para dar forma a la identidad nacional o para contribuir al culto a la personalidad, su contenido es irrelevante en la mayor parte de los casos. Escribir libros es un atajo usado por los políticos autoritarios para ser vistos como estadistas sabios e intelectuales, pero fracasan en ello ya que el objetivo de su producción literaria no es ningún secreto y no ofrecen nada nuevo o remotamente interesante, sin entrar en detalles sobre su falta de calidad, teorías infundadas y autobombo. Aparte de académicos especializados o lectores morbosos, o de los desafortunados ciudadanos a los que se les obliga a estudiarlos, nadie los lee. Sin embargo, eso no quiere decir que no sean útiles: pueden usarse como exóticos tomos de lujo ilustrados, caros topes para que no se muevan los muebles o material de reciclaje en estos tiempos de crisis medioambiental.
[…] la región y éste tiene también su propia literatura panegírica. El presidente de Turkmenistán, conocido por su prolífica trayectoria literaria, dedicó recientemente un poema al cereal. Es irónico que la vez que alaba al trigo prohíbe a sus […]