Tayikistán está copando los titulares estos días por noticias relacionadas con el coronavirus. O por su ausencia, más bien. El país es uno de los pocos en el mundo que dice no tener casos y su liga de fútbol ha llamado la atención de medios deportivos internacionales ya que es una de las pocas competiciones que siguen adelante. Sin embargo, los planes para la transición de poder en el país siguen su curso.
El 27 de marzo, Rustam Emomali, hijo del presidente de Tayikistán, fue elegido miembro de la Asamblea Suprema (Majilisi Oli), el senado. Menos de un mes más tarde, se convirtió en su presidente. Esto no debe sorprender debido a que entonces ya se consideró como una posibilidad, una forma de oficializar el aparente deseo de su padre de que le suceda.
Según la constitución tayika, el presidente del senado es el segundo puesto con más poder del país ya que es el designado para suceder al presidente en el caso de incapacidad del jefe del estado. Esto hace que Rustam Emomali sea, oficialmente, el heredero de su padre.
Elecciones presidenciales en el horizonte
El nombramiento de Rustam Emomali como senador y posteriormente presidente de la Asamblea Suprema no es algo destacable ya que cabía dentro de lo posible. Habiendo ascendido rápidamente en la pirámide del estado tayiko, Rustam lleva tiempo a la sombra de su padre para convertirse, en teoría, en su sucesor. O al menos para estar bien situado en las estructuras de poder del país. Sin embargo, un evento que tendrá lugar este otoño será la prueba definitiva para saber si finalmente veremos una sucesión hereditaria en Tayikistán.
La nación centroasiática celebrará elecciones presidenciales en noviembre, si el COVID-19 lo permite. Este será el momento en el que veremos si la transición toma forma, con Rahmon senior dando un paso atrás y dejando que su hijo le suceda como candidato. Debido a que las elecciones no serán libres ni justas, el resultado será el que desee el actual mandatario.
¿Cederá Rahmon la batuta del país a Rustam en las elecciones o decidirá esperar? Esa es la cuestión. A sus 67 años, habiendo visto fallecer a su hermano recientemente y al primer presidente del vecino Uzbekistán, Islam Karimov, Rahmon puede haber decidido dar su mandato por finalizado. Al menos en la superficie, ya que los líderes autoritarios como él nunca se jubilan (qué se lo pregunten a Nazarbáyev en Kazajstán). Otra opción es que decida mantenerse al frente del país, puede que todavía no quiera abandonar el poder o, que por alguna razón, no quiera que su hijo le sustituya.
Así que tendremos que esperar unos meses para ver si Rustam Emomali culmina su misión y se convierte en el nuevo presidente de Tayikistán. Hasta entonces, hay varios eventos relacionados con el país con los que uno puede entretenerse. Por ejemplo, viendo la liga tayika (¿podrá el equipo del régimen, el FC Istiklol, ganar la liga por séptimo año consecutivo?) o apostando sobre cuando admitirá Rahmon que el país tiene casos de coronavirus (y que las neumonías causadas por el tiempo variable no existen).