El Imperio jorasmio: colapso y resistencia (2ª parte)

Esta es una continuación de: El Imperio jorasmio: de esclavos a sahs (1ª parte)

La conquista mongola

El Imperio kara-kitai, inmerso en problemas internos durante sus últimos años, dejó de existir en 1218 cuando fue conquistado por los mongoles. Lo que un primer momento parecía una buena noticia para el Sah de Jorasmia, acabó con su destrucción. Con los kara-kitai fuera de la ecuación, desparecía también el colchón entre Gengis Kan y Muhammad II.

El sah llevaba tiempo ambicionando lanzarse la conquista de China, por muy delirante que parezca, pero cuando se enteró que los mongoles se le habían adelantado envió una embajada a Gengis Kan en 1215. “Dile al Sah de Jorasmia: ¡yo soy el soberano de Oriente, y tú eres el soberano de Occidente! Qué vivamos mucho tiempo en amistad y paz”. Este fue el mensaje del kan mongol para su homólogo jorasmio. La prioridad en las relaciones fueron los lazos comerciales. Las embajadas dieron paso a caravanas de mercaderes, pero en pocos años la relación se deterioró.

En 1218, tropas mongolas a las órdenes de Jochi, hijo de Gengis Kan, persiguieron a los merkitas hasta el norte del mar de Aral, cerca de Jorasmia. Muhammad II aprovechó la situación para derrotar a los merkitas y quedarse con sus posesiones. Pero cuando el sah llegó a la región, los mongoles ya habían llevado a cabo el plan del jorasmio. Muhammad decidió entonces combatir a los mongoles. Jochi trató de evitar el enfrentamiento, pero al final ambos bandos lucharon una batalla de resultado incierto durante tres días en la que los jorasmios se llevaron la peor parte. Fue el hijo mayor de Muhammad, Jalal ad-Din Mangburni, quien evitó la derrota. Una vez las noticias sobre la lucha llegaron a oídos del Gran Kan, éste decidió no tomar represalias. Pero su paciencia no duraría mucho.

Más tarde ese mismo año, una caravana enviada por el kan mongol llegó a la ciudad de Otrar (Kazajstán). Su gobernador era el primo (o tío, según las fuentes) de Muhammad por vía materna. Su apodo, Inalchuk, es ahora sinónimo de desgracia. Según el gobernador, los mercaderes eran espías y, aunque pudo haber algo de cierto en dichas acusaciones, no lo dudó y ordenó ejecutarlos. Al hacerlo desobedeció al propio sah, que había ordenado detenerlos pero no matarlos. Gengis Kan reaccionó enviando una embajada a Muhammad pidiendo que se le enviase a Inalchuk para que respondiese por sus crímenes. Jalal ad-Din Mangburni le aconsejó que lo hiciese, pero su padre se negó. Tenía motivos para ello aunque, viendo lo que sucedió después, debería haber hecho caso a su hijo. Gran parte del ejército y sus comandantes también era kipchaks, como su madre. No está claro si Muhammad tenía la autoridad para entregar a su familiar y, además, podría tener problemas muy serios con el estamento militar de hacerlo. Muhammad contestó a Gengis Kan que fue él quien ordenó la ejecución de los mercaderes y emisarios. De esta forma firmó la sentencia de muerte de Jorasmia.

El sah convocó a su consejo de guerra, que le presentó cuatro alternativas: golpear primero y atacar a los mongoles, atraerles a Transoxiana y presentar batalla allí, luchar en las montañas de la región o retirarse a Gazni (Afganistán) y resistir allí, con India como último recurso si esta última opción fallaba. Muhammad rechazó las cuatro. Defendería las ciudades de Transoxiana. Pero ni tan siquiera lo hizo.  

Tres fueron los errores fatales cometidos por el sah. Primero, decidió fortificar su capital de Samarcanda cuando ya era demasiado tarde para hacerlo. Segundo, abandonó Transoxiana en vez de liderar a sus tropas. Finalmente, distribuyó sus tropas en las diferentes ciudades de Transoxiana y Turkestán, haciendo posible que los mongoles fuesen eliminando a las guarniciones una a una.

El primer objetivo de Gengis Kan fue Otrar. La ciudad cayó tras un asedio de cinco meses e Inalchuk  fue ejecutado. Antes de este episodio, la hueste mongola se dividió en tres, con el Gran Kan liderando el ejército encargado de conquistar Transoxiana. Una a una, las ciudades de Jorasmia y Transoxiana cayeron en manos de los invasores. Las que resistieron fueron destruidas. Este fue el destino compartido por Bujará, Samarcanda y, como veremos más adelante, Gurganj.  

Un final indigno para el Sah de Jorasmia

Cuando Muhammad II se enteró de la caída de Otrar, le entró pánico y abandonó Transoxiana. Tal era su prisa que dejó gran parte de su tesoro en las aguas del Oxus. Gengis Kan envió un contingente en su persecución. Al mismo tiempo, la debilidad de la diarquía se hizo evidente, con su propia madre, Terken Jatun, ordenando a sus amires que “dejasen al sultán sin ayuda”.

Deambulando de ciudad en ciudad, Muhammad acabó en el mar Caspio. Durante la huida, algunos de los familiares de su madre intentaron asesinarle. Con los mongoles pisándole los talones, el sah se embarcó y se refugió en la isla Ashur del Caspio. Entonces cayó enfermo. En su lecho de muerte nombró heredero a Jalal ad-Din Mangburni. En diciembre de 1220 fallecía el sah a los 51 años de edad. Su cuerpo fue enterrado en la isla, pero más tarde fue exhumado para ser enterrado en Isfahán. Sin embargo, los mongoles lograron interceptar el cadáver y lo incineraron. Este fue el fin de Muhammad II, hijo de Tekish, Iskandar-i Thani y el “mayor soberano del universo”. A la madre del sah tampoco le fue mucho mejor. Viendo la desbandada, Terken Jatun decidió huir y abandonar Gurganj, pero antes de hacerlo ordenó que sus prisioneros, 26 hijos de diferentes gobernantes vasallos, fuesen ahogados en el Oxus. Terken Jatun, acompanada por el harén de su hijo, logró encontrar refugio en una fortaleza en la región de Mazandarán (norte de Irán), donde fue finalmente capturada por los mongoles. Los hijos del sah fueron ejecutados mientras que sus mujeres fueron dadas en matrimonio a los mongoles. Pero el destino de Terken Jatun fue diferente. En vez de ser ejecutada, se puede decir que murió en vida. Fue hecha prisionera y llevada a la corte de Gengis Kan en Mongolia. Su existencia allí debió ser penosa, obligada a comer las sobras del Gran Kan. Vivió en cautividad más de una década, muriendo en la pobreza en 1233. Pero no todo estaba perdido para los anushtigínidas.

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La caída de Gurganj

Cuando se enteraron de la huida de Terken Jatun, Jalal ad-Din y sus hermanos Ozlak Sah y Ak Sah volvieron a Gurganj. El caos se había apoderado de la antigua capital. A pesar de que el hijo de Muhammad II contaba con el apoyo de la población, los familiares y amires de Terken Jatun proclamaron sah al hermano de ésta, Jumar Tegin. Este partido comandaba gran parte del ejército y conspiraron para asesinar a Jalal ad-Din. Enterado del peligro que corría en la ciudad, Jalal ad-Din huyó de Gurganj con tan sólo 300 hombres liderados por Temir Malik, un comandante que en la actualidad forma parte del folclore local por su heroica resistencia a los mongoles en Juyand (Tayikistán). Ozlak Sah y Ak Sah caerían más tarde en manos de los mongoles.

Al poco de la marcha de Jalal ad-Din, el ejército mongol llegó a las murallas de Gurganj. Los habitantes se defendieron con todo, pero la clásica táctica esteparia de la huida simulada, que atrajo fuera a los defensores, diezmó al ejército jorasmio. Poco tiempo antes los mongoles habían hecho lo mismo durante el sitio de Samarcanda. Pese a este contratiempo, la población continuó resistiendo. En el campo mongol cundía la desunión. Jochi, consciente de la riqueza que albergaba Gurganj, quería evitar su destrucción. Su hermano Chagatai prefería arrasar la ciudad.  

Siete meses aguantaron los habitantes de Gurganj el asedio antes de rendirse. La antigua capital fue saqueada y las calles se anegaron con la sangre de los civiles muertos. Se dice que cada uno de los 50.000 mongoles tenía que ejecutar a 24 jorasmios. Sólo se perdonó la vida de los artesanos. Los mongoles reventaron la presa del Oxus e inundaron Gurganj. Las ciudades de Jorasán serían las siguientes en sufrir la ira del Gran Kan.

En poco más de un año, el gran Imperio jorasmio dejó de existir. Hay varias razones que explican este rápido declive. El estado jorasmio era en gran medida un gigante con los pies de barro. A pesar de su gran tamaño, muchas de sus provincias habían sido recientemente conquistadas por Muhammad II. Grousset va más allá y defiende que “cuando Gengis Kan invadió, no había ningún Imperio jorasmio, sino simplemente un embrión, un esquema de un imperio, todavía sin la estructura ósea de un estado”.

El Sah de Jorasmia tampoco contaba con un gran apoyo local. Se había enemistado con sus súbditos al reemplazar a gobernantes locales con miembros de su familia o amires leales a su persona. Además, la diarquía con su madre socavó su autoridad. En términos militares, a pesar del gran tamaño de su ejército, este no podía hacer frente a la máquina de guerra mongola. Del mismo modo, los comandantes jorasmios fueron superados por sus rivales. Las tropas túrquicas no disponían de las tácticas necesarias para derrotar a los mongoles. La estrategia que Muhammad II había usado en otras campañas, esto es, atacar en gran número por sorpresa, no podía ser utilizada contra los mongoles. Finalmente, la cobardía del sah evitó que se pudiese organizar una resistencia real contra el invasor. 

El último Sah de Jorasmia

Aunque el Imperio jorasmio desapareció como tal, Jalal ad-Din Mangburni, que había sucedido a su padre como sah, lideró una resistencia y resurgimiento digno de una superproducción de Hollywood (o de una serie de alto presupuesto de Netflix o HBO).

Tras huir de Gurganj con unos pocos cientos de hombres, Jalal ad-Din se dirigió a Jorasán, donde derrotó a una fuerza mongola que doblaba a la suya en tamaño. De allí se fue a Gazni (Afganistán), donde reuniría a las tropas que todavía le eran leales. Al contrario que su padre, Jalal ad-Din no se rendiría y le plantaría cara al mismísimo Gengis Kan. Habiendo recibido refuerzos del primo de su padre, derrotó a un ejército mongol que asediaba Kandahar. Pronto Gazni se convirtió en el núcleo de la resistencia a los mongoles y se convirtió en un polo de atracción para los amires, que acudieron allí con sus tropas. Así fue como Jalal ad-Din logró reunir una fuerza de decenas de miles de hombres.   

El sah pasó entonces a la ofensiva. Primero derrotó a un contingente mongol que sitiaba la fortaleza de Valujan, lo que atrajo la atención de Gengis Kan. El líder mongol despachó entonces una fuerza de 45.000 soldados (el número exacto se desconoce) al mando de Shigi Qutuqu-noyan. Ambos ejércitos se enfrentaron en un estrecho valle en Parwan. En el curso de dos días de combate, los jorasmios derrotaron a los mongoles. La acción decisiva que decidió la batalla fue una carga de caballería liderada por el propio Jalal ad-Din. Shigi Qutuqu-noyan perdió a la mitad de su ejército y huyó.

Al enterarse de la derrota, Gengis Kan tomó de liderar él mismo el ejército para hacer frente e imponerse al jorasmio. Mientras tanto, parte de las tropas de Jalal ad-Din desertaron tras una discusión con algunos de los amires sobre el reparto del botín. Los mongoles trataron de rodear a los jorasmios en Gazni, pero éstos huyeron justo a tiempo. El Gran Kan envío varios destacamentos en su persecución, pero fueron derrotados por Jalal ad-Din a 50 kilómetros al este de Gazni. Finalmente, ambos ejércitos se vieron las caras a orillas del río Indo.

Jalal ad-Din cruzando el río Indo

En la que acabó siendo conocida como la batalla del Indo, Gengis Kan tuvo que hacer frente a su mayor desafío en la conquista de Jorasmia. Jalal ad-Din tenía muchos menos hombres, y peor preparados, que su rival, pero el mongol tuvo que usar todo su genio táctico para derrotarle. Una vez que se hizo evidente que todo estaba perdido para el sah, éste ordenó que se ahogase a su harén en el río y él mismo lo cruzó a lomos de su caballo. Impresionado por la valentía del jorasmio, Gengis Kan prohibió a sus hombres que le persiguiesen, y se dice que exclamó: ¡Ese es el tipo de hijos que un padre debería tener!”

Durante los próximos tres años, Jalal ad-Din se estableció en el norte de la India. Allí tanto luchó como se alió con gobernantes locales, según las circunstancias. Sin embargo, el subcontinente asiático era una tierra extraña para los jorasmios. Cuando dos de sus comandantes se pasaron a las filas del Sultán de Delhi, el sah reunió a su consejo militar. ¿Qué debían hacer? ¿Quedarse o irse de allí? Al final, Jalal ad-Din decidió marcha a la Persia occidental, donde su hermano Pir Sah gobernaba su propio principado. Lo que siguió fue una dura marcha por el desierto, desde la India a Kerman (Irán).

Un nuevo reino en el Oeste

Shiraz, Yazd, Isfahán… Poco a poco todas las ciudades de la región cayeron en manos de Jalal ad-Din. Su hermano intentó hacerle frente, pero al final no tuvo otra opción que claudicar y unirse a él. El sah entonces puso la vista en Bagdad. El Califa siempre se había resistido al poder jorasmio e incluso había estado en contacto con los mongoles para socavar la autoridad de su padre. Tras derrotar a un ejército califal, Jalal ad-Din puso rumbo a Bagdad, pero finalmente cambió de opinión y decidió centrar sus conquistas en Azerbaiyán, región que tomaría, haciendo de Tabriz (noroeste de Irán) la capital de su nuevo reino.

Georgia, gobernada entonces por la reina Rusudán, se convirtió en otra víctima de los éxitos militares de Jalal ad-Din. En 1225 derrotó a los georgianos en la batalla de Garni. Tras su victoria, le hizo la siguiente propuesta al comandante en jefe georgiano: “Cásame con ella [la reina Rusudán] y seré vuestro rey, y derrotaremos a nuestros enemigos. Si no haces lo que te digo, tu país será destruido”. Rusudán rechazó la oferta de Jalal ad-Din. Fiel a su palabra, el sah tomó y saqueó la capital georgiana de Tiblisi.

Jalal ad-Din tuvo que distraer la atención de sus conquistas, ya que un enemigo conocido apareció por el horizonte. Los mongoles proseguían su avance hacia el oeste y llegaron a las afueras de Isfahán. El jorasmio les plantó batalla y les derrotó allí pese a la deserción de su propio hermano, Pir Sah.

Los últimos años de Jalal ad-Din transcurrieron en constantes campañas contra los enemigos que le rodeaban: al sur los ayubíes, al noroeste los georgianos, al norte los gobernantes del Cáucaso y, por si fuera poco, revueltas internas. El sah resultó victorioso en la mayoría de los combates, tal es así que avivó las sospechas del sultán selyúcida de Rum, Kayqubad I. Desde su base de Konya (Turquía central), Kayqubad construyó una alianza contra Jalal ad-Din junto a los ayubíes y otros potentados locales. El resultado fue la derrota del jorasmio en la batalla de Yassichemen (1230), en la que sus rivales doblaban en número a su ejército. Al enfrentamiento le siguió una tregua, pero Jalal ad-Din recibió un golpe crítico a sus aspiraciones. Puede que se hubiese recuperado de ello de no volver a entrare en escena su archienemigo: los mongoles.

Estatua de Jalal ad-Din en Urgench (Uzbekistán)

El sah trató de formar una alianza con sus antiguos enemigos, Kayqubad y los ayubíes, avisándoles de que si él caía, ellos serían los siguientes. No se equivocaba. Sin embargo, sus rivales rechazaron la propuesta. Una a una, las posesiones orientales de Jalal ad-Din fueron cayendo en manos de los mongoles. Pese ello, el jorasmio, pareciéndose a “un ahogado agarrándose a una brizna de paja” decidió atacar a los selyúcidas de Rum. 

Jalal ad-Din acampó cerca de Diyarbakir (sureste de Turquía). Una de las noches, desconocedor del peligro que le acechaba, se dio a la bebida mientras los mongoles rodeaban el campamento. Los atacantes asaltaron a los jorasmios. Un sirviente de Jalal ad-Din subió a su señor, del todo beodo, a un caballo mientras que uno de los amires distraía a los mongoles. El sah logró llegar a Diyarbakir, pero la población no le permitió entrar en la ciudad. Abandonado por sus hombres, Jalal ad-Din se adentró solo en las montañas circundantes.

Unos 15 mongoles estaban lanzados en persecución del sah. Dos de ellos lograron darle alcance, pero el jorasmio acabó con ellos. Jalal ad-Din fue entonces capturado por un grupo de kurdos, que le robaron sus pertenencias y trataron de asesinarle. Entonces el Sah de Jorasmia les reveló su verdadera identidad y les prometió ser recompensados si le llevaban a un gobernante amigo. Los kurdos aceptaron. El líder del grupo fue entonces en busca de un caballo, dejando a Jalal ad-Din con su mujer. En ese momento, otro kurdo llegó al campamento. Preguntó acerca del prisionero jorasmio y no creyó cuando le dijeron que era el sah en persona. En venganza por la muerte de su hermano, que había fallecido durante una de las campañas de Jalal ad-Din, le dio muerte con una lanza. Este fue el fin Jalal ad-Din Mangburni. Corría agosto de 1231 y el sah decía adiós al mundo con apenas 32 años. Una vez su cuerpo fue recuperado por sus seguidores, fue enterrado por la noche en la localidad de Mayafariqin (Silvan, Turquía). En una tumba sin lápida e indicaciones para evitar que el cuerpo fuera profanado.

Después de la caída del Imperio jorasmio, la región de la que derivaba su nombre jamás volvió a jugar un papel clave en la historia mundial. Atrás quedaban los días en los que los hijos de Jorasmia eran temidos y su nombre evocaba una tierra de poderosos sahs y ricas ciudades. Tras el declive del poder mongol en el siglo XIV, llegaría el turno de Transoxiana bajo el liderazgo de Tamerlán. Pero esa es otra historia…

El Imperio jorasmio hoy en día

El Imperio jorasmio de los anushtigínidas existió como tal solamente unas décadas, pero incluso hoy en día puede sentirse y, lo que es mejor, palpar su efecto.

Los restos de la antigua gran capital de Gurganj pueden verse hoy en día en Turkmenistán, en la localidad de Konye-Urgench. Gurganj se recuperaría de la destrucción mongola y florecería en el siglo posterior hasta que Tamerlán la arrasó. En la actualidad no queda mucho de la ciudad anushtigínida pero hasta nuestros días han llegado, entre otros monumentos, los mausoleos de Il-Arslan y su hijo Tekish. Las ruinas de Dehistán, en Turkmenistán occidental, también representan el poder jorasmio. Fuera de la región, han pervivido mezquitas y mausoleos, aunque hayan sufrido alteraciones en los siglos posteriores. Algunos de los ejemplos son la mezquita Jameh en Gonabad y la mezquita Malek Zozan, ambas en el este de Irán.

Desde una perspectiva historiográfica, tanto Turkmenistán como Uzbekistán reclaman a los Sahs de Jorasmia como propios, aunque en ambos casos han jugado un papel secundario en sus respectivas narraciones nacionales.

Los anushtigínidas están incluidos en el Ruhnama, el libro pseudo espiritual e histórico escrito por el primer presidente de Turkmenistán, junto a una larga lista de (supuestas) dinastías turcomanas. Hoy en día, están a la zaga de otras dinastías históricas, principalmente la de los selyúcidas.

En Uzbekistán, donde la historiografía está copada por Tamerlán y sus descendientes, los anushtigínidas están viviendo un renacer. Aunque para ser más exactos, habría que mencionar sólo a Jalal ad-Din Mangburni. En 2021 una coproducción turco-uzbeka, llamada “Mendirman Jaloliddin” (Soy Jaloliddin), vio la luz en la televisión nacional uzbeka. Además, una estatua suya se levanta sobre un parque en la ciudad occidental de Urgench, donde en la actualidad se está construyendo un complejo monumental en su honor.


Para saber más:

Buniyatov, Z.M. (2015). A History of the Khorezmian State under the Anushteginids, 1097-1231. Samarkand: International Institute for Central Asian Studies (IICAS)

Grousset, René (1991). El imperio de las estepas. Edaf

One thought on “El Imperio jorasmio: colapso y resistencia (2ª parte)

  1. Los tesoros ocultos de Turkmenistán (1ª parte) - Blue Domes October 6, 2022 at 12:03 pm

    […] Situado en un paisaje dramático, Dehistán, que lleva desde 1998 en la lista de aspirantes a Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, ha conservado las murallas de arcilla que rodean la forma rectangular del asentamiento. La estructura más destacable, que ha sobrevivido a la erosión y el saqueo, es el portal de la mezquita de Ala ad-Din Muhammad II, y los dos minaretes de la misma que quedan en pie, uno de los cuales se remonta al siglo XI (imagen principal). Este es el mismo soberano que provocó la ira de Gengis Jan y fue derrotado por el conquistador mong… […]

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