Esto es una continuación de Los selyúcidas, sultanes de Oriente y Occidente (1ª parte)
Occidente: el gobierno de los amires
Tras la muerte de Malikshah tuvo lugar la típica guerra de sucesión en la que los amires y las facciones cortesanas intentaron imponer sus preferencias debido a la corta edad de los hijos de Malikshah, que tenían entre 13 y 4 años. Finalmente, fue el mayor de todos, Berkyaruq (r. 1092-1105), quien se hizo con el trono gracias al apoyo de los partidarios de Nizam al-Mulk que derrotaron al contendiente más joven, un hermanastro controlado por su madre, y a uno de sus tíos.
Fue durante el reinado de Berkyaruq, y de sus sucesores, que cuando los cruzados llegaron al Levante. Sin embargo, hay que destacar que para los selyúcidas no fue un gran acontecimiento. De hecho las fuerzas selyúcidas que se enfrentaron a los cristianos pertenecían a líderes selyúcidas locales, no al sultán.
Lo que caracterizó el gobierno selyúcida en su parte occidental en el siglo XII fue la creciente influencia de los amires o caudillos militares. El poder central se fue resquebrajando y éstos jugaron un papel clave en las sucesivas guerras civiles que tuvieron lugar desde la muerte de Malikshah hasta mediados de siglo. Según se debilitaba la autoridad de sultán, algunos de los amires fundaron sus propias dinastías que acabarían sobreviviendo al Imperio selyúcida. Tales son los casos de los ildenizidas en Azerbayán y los zanguíes en Siria e Irak, mientras que los califas abasidas trataron de independizarse.
El éxito de Berkyaruq fue efímero ya que otro hermanastro, Muhmmad I (1105-1118), se rebeló en 1097. Tras una guerra civil, acordaron dividirse la parte occidental del imperio, mientras otro hermano, Sanjar, gobernaba en el este como malik o príncipe.
Muhmmad I Tapar sucedió oficialmente a Berkyaruq tras la muerte de éste en 1105 a la edad de 25 años, no sin antes ejecutar al hijo de Berkyaruq. Muhammad fue un gobernante capaz y, aunque no pudo contrarrestar el creciente poder de los amires, logró mantenerlos a raya enfrentándolos unos a otros. Después del reinado de Muhammad Tapar, el declive fue imparable. Lastrado por las continuas luchas intestinas, incluyendo conspiraciones y asesinatos, el poder selyúcida en el oeste siguió decayendo. Hasta ocho sultanes ocuparon el trono, o al menos lo intentaron, desde la muerte de Muhammad en 118 hasta la llegada de Togril III en 1174 (leer más abajo).

Oriente: Sultán Sanjar
Sanjar, un hijo de Malikshah, llegó a Jorasán en 1097 enviado por su hermanastro Berkyaruq para servir como gobernador. Desde ese momento, Sanjar es estableció en los dominios orientales selyúcidas hasta su muerte en 1157, un periodo extrañamente largo para un selyúcida. Sanjar se convertiría en uno de los sultanes más destacados de la dinastía.
Durante décadas, Sanjar defendió Jorasán y expandió la influencia selyúcida. Derrotó a los rebeldes karajánidas e intervino en la guerra civil gazvanví, llegando a tomar la capital de Gazni. Tanto karajánidas como gaznavíes se convirtieron en vasallos. El sah de Jorasmia sí le causó más problemas. Atsiz, cuyos sucesores terminarían siendo derrotados por Gengis Jan en el siglo XIII, se rebeló en dos ocasiones contra su señor. En ambas fue vencido y perdonado por Sanjar.
El oasis de Merv floreció bajo el auspicio de Sanjar y se convirtió en una de las ciudades más pobladas del mundo, presumiendo de un gran palacio y su correspondiente ciudadela. El propio sultán se construyó a sí mismo un grandioso mausoleo que todavía puede ser visitado hoy en día (ver la imagen de cabecera). En cuanto a la gobernación, el selyúcida contaba con la ayuda de un hijo y nieto de Nizam al-Mulk. El nieto terminó siendo asesinado por la orden de un esclavo amante de Sanjar, quien lo hizo ejecutar al enterarse.
Tras la muerte de Muhammad I Tapar, Sanjar se convirtió en el gobernante del imperio. Los sultanes de occidente le rindieron pleitesía pero, aunque Sanjar jugó un papel en las guerras de sucesión, su influencia era limitada.
El principio del fin de Sanjar vino del Lejano Oriente. A mediados del siglo XII, los kara-kitai, un grupo de origen mongol sinizado, llegaron a Transoxiana. Selyúcidas y kara-kitais se vieron las caras en la batalla de Qatwan, cerca de Samarcanda, en 1141. Sanjar fue derrotado severamente y como resultado perdió toda influencia sobre Transoxiana. Los karajánidas pasaron a ser vasallos de los kara-kitai. Aunque el sultán terminó recuperándose del varapalo, su prestigio no se recuperaría de ello. Aprovechándose de la debilidad de Sanjar, Atsiz volvió a rebelarse, llegando a ocupar Merv. Sanjar tuvo que derrotar a su vasallo otra vez.

El golpe de gracia no llegaría de los kara-kitai sino de los ‘compatriotas’ de Sanjar. El selyúcida fue derrotado por una rebelión de turcomanos que prendió en Balj, Afghanistán, y los rebeldes le tuvieron en cautiverio tres años (1153-56) hasta que fue liberado por uno de sus amires. Afectado por los constantes reveses, Sanjar falleció en 1157 a los 70 años.
El fin de los selyúcidas y su legado
Aunque le dinastía de los selyúcidas despareció con Sanjar, en el oeste Togril III (r. 1176-1194) trató de revivir el imperio de sus ancestros. Durante gran parte de su reino, Togril fue una marioneta en manos de los ildenizidas (ver más arriba), hasta que decidió dar un golpe de efecto en 1187. Sin embargo, fue derrotado y hecho prisionero por el ildenizida, que contó con el apoyo del califa.
Tras la muerte de su captor, Togril intentó de nuevo reafirmarse al frente de los selyúcidas. Mientras que el sultán pudo lidiar con la alianza formada por el nuevo ildenizidas y el califa, todo cambió cuando éstos pidieron ayuda a los Jorezmitas. Tekish, el nieto de Atsiz, y sah del creciente Imperio jorasmio, derrotó a Togril, a quien el ildenizida dio muerte a traición en el campo de batalla. La cabeza del selyúcida fue enviada a Bagdad y el califa la exhibió sobre la entrada de unas de las puertas de acceso a la ciudad.

Durante más de un siglo, los selyúcidas fueron la potencia dominante en el este musulmán. Tal y como sería el caso posteriormente con los shaybánidas y otomanos, un clan familiar de orígenes inciertos se convirtió en la dinastía gobernante de un gran imperio. Para hacerlo, no solamente derrotaron y sometieron a enemigos poderosos, sino que también adoptaron y se beneficiaron las prácticas administrativas y burocráticas de aquellos a los que conquistaron.
Aunque la dinastía selyúcida despareció tras la muerte de Togril III, su influencia pervivió a través de los estados que la sucedieron y buscaron en los grandes selyúcidas su legitimidad, incluyendo al más destacable de ellos, el Sultanato Selyúcida de Rum. Incluso hoy en día, Turkmenistán y, en menor medida, Turquía usan a los selyúcidas en su proceso de construcción nacional.
Further readings
Peacock, A. C. S. (2015). The Great Seljuk Empire. Edinburgh: Edinburgh University Press.
Grousset, René (1970). Empire of the Steppes. New Brunswick: Rutgers University Press.
[…] de Jorasán. El nuevo sah sirvió lealmente al sultán selyúcida Sanjar, luchando a su lado en las guerras civiles que asolaron a la dinastía a principios del siglo XII. Merece la pena recordar que entonces Jorasmia pertenecía a Sanjar y los jorasmios eran uno de sus […]
[…] Tras la muerte de Malikshah el imperio se dividió de facto. En el oeste las intrigas, rumores y asesinatos tomaron la corte selyúcida en Hamadán, mientras que en el este Sanjar revivió las fortunas de los selyúcidas y se convirtió en uno de los más grandes sultanes de la dinastía. Exploramos estos y otros muchos acontecimientos en Los selyúcidas, sultanes de Oriente y Occidente (2ª parte). […]