Hace más de dos años que Nursultan Nazarbáyev decidió dejar la presidencia de Kazajstán. Desde entonces, su culto a la personalidad ha ido en aumento. Su prioridad ahora es construir su legado.
El 1 de diciembre, el Banco Central de Kazajstán anunció la introducción de un nuevo billete de 20.000 tenges (unos 40€) para conmemorar los 30 años de la independencia del país. El diseño incluía la efigie del primer presidente Nursultan Nazarbáyev. La fecha escogida por las autoridades para emitir el comunicado no es ninguna coincidencia: ese mismo día se cumplía el 30 aniversario de las primeras elecciones presidenciales en Kazajstán. Dicha fecha se conoce en el país como el Día del Primer Presidente. Este acontecimiento es el último que hemos visto en la nación centroasiática para impulsar el culto a la personalidad de Nazarbáyev desde que dejó la presidencia.
El culto a la personalidad en Kazajstán no es un fenómeno nuevo. Por ejemplo, ya en 2008 el país comenzó a celebrar el “Día de Astaná”, en referencia a la capital. La fecha escogida para dicha festividad fue la del cumpleaños de Nazarbáyev. En 2010, el presidente inauguró su propia universidad y ese mismo año fue otorgado el título de “Líder de la nación” (Elbasy). Su cara también apareció en un billete conmemorativo de 10.000 tenges en 2016 para celebrar el 25 aniversario de la independencia del país. Pero las cosas han cambiado desde entonces.
En marzo del 2019, Nursultan Nazarbáyev dimitió como presidente. Ese mismo día, la capital, entonces llamada Astaná, fue rebautizada como Nur-Sultan en su honor. El expresidente no se había jubilado realmente: seguía presidiendo tanto el Consejo de Seguridad Nacional como el partido Nur-Otan, al mismo tiempo que manejaba los hilos del poder otorgándose nuevas responsabilidades a él mismo. Pero según Nazarbáyev iba dejando en manos de su sucesor, Kassym-Jomart Tokáyev, las tareas de gobierno, su culto a la personalidad fue en aumento.
En 2011 existían solamente dos estatuas de Nazarbáyev en el país. Desde 2019 se han levantado tres: en la Universidad de Defensa Nacional (2020), en la ciudad meridional de Turkestán (2021) y en la capital (2021). Esta última, que muestra a un Nazarbáyev sentado, recuerda a una de Tamerlán en Samarcanda.

Formando parte de este patrón, este verano vio la luz un documental panegírico internacional. Dirigido por Oliver Stone, realizador conocido también por alabar a dictadores como el cubano Fidel Castro y el venezolano Hugo Chávez, “Qazaq: the History of the Golden Man” es un documental sobre la vida de Nazarbáyev divido en ocho episodios. En el pasado eran los poetas quienes glorificaban las gestas de janes y emires. En el presente dicha tarea ha sido retomada por Stone.
Construyendo un legado ¿duradero?
El anuncio del billete de 20.000 tenges llega días después de que Nazarbáyev abandonase la presidencia de Nur-Otan en favor de Tokáyev. Un gesto simbólico para un hombre que, a sus 81 años, continúa transfiriendo responsabilidades a su sucesor. Sin embargo, sigue al frente del Consejo de Seguridad Nacional, dando a entender que continúa llevando las riendas en cuanto a los temas importantes se refiere.
¿Por qué entonces este impulso a su culto a la personalidad? Nazarbáyev sabe que no vivirá para siempre, y ahora en su octava década es consciente de que está ante el ocaso de su vida. El hecho de que en el 2019 comenzase la transición de poder lo pone de manifiesto. Habiendo estado al frente del país tanto tiempo, su legado adquiere ahora una especial relevancia; cómo uno es percibido y recordado en el futuro. Al impulsar su culto a la personalidad, espera que su legado sea preservado. Los presidentes vienen y van, pero Elbasy, cómo fundador de la nación, durará para siempre. O algo así podría estar pensando.
Una cosa es diseñar y sostener un culto a la personalidad mientras se está vivo y otra muy diferente es lo que ocurre cuando uno fallece. Esto se ha visto al otro lado de la frontera, en Turkmenistán y Uzbekistán. El culto a Nazarbáyev es un juego de niños comparado con el del primer presidente de Turkmenistán, Saparmurat Niyazov. Pero una vez que éste murió, comenzó a ser desmantelado por su sucesor: el Ruhnama desapareció, al igual que su efigie de los billetes y canales de televisión, una ciudad rebautizada en honor de su padre volvió a su nombre original, etcétera. Simbólicamente, su estatua dorada que giraba con el sol fue llevada a una parte más discreta de Asjabad. En Uzbekistán el caso no fue tan extremo. Aunque los mandatarios internacionales que visitan Samarcanda acuden a la tumba de Islam Karímov, eso no ha evitado que el gobierno actual critique al antiguo presidente y haya encarcelado por corrupción a su hija Gulnara.
Es improbable que, una vez Nazarbáyev desparezca, veamos un desmantelamiento de su culto a la personalidad. El kazajo ha dejado una impronta más duradera en el país que sus homólogos y, lo que es más importante, su familia sigue jugando un papel importante en los asuntos internos de Kazajstán. En especial su hija Dariga, quien, tras haber sido despedida del Senado, ha vuelto a la escena política kazaja.
El tiempo dirá que sucederá con el culto a la personalidad de Nazarbáyev. Pero de una cosa podemos estar seguros: Elbasy seguirá muy presente en los próximos meses.