Kirguistán ha estado adquiriendo nuevo material militar en los últimos meses. Estas transacciones están teniendo lugar después del conflicto fronterizo con Tayikistán, durante el cual el ejército de Kirguistán se vio superado por el de su vecino. Mientras tanto, el presidente kirguizo continúa con su tono nacionalista que hace poco para reducir las tensiones con Dusambé.
A finales de abril del 2021, lo que empezó como una disputa local sobre el agua acabó en un enfrentamiento armado entre tropas tayikas y kirguizas. Más de 50 personas perdieron la vida y decenas de edificios fueron destruidos. El ejército tayiko reaccionó antes y mejor, avasallando en un primer momento a los kirguizos. Esto es algo que Biskek no quiere que se repita.
Tras el conflicto, las autoridades kirguizas buscaron apoyo diplomático y militar. Turquía fue su primera opción. No se trataba de una novedad. Ya en 2012 Turquía mostró interés por proveer a Kirguistán de ayuda militar. Más recientemente, en noviembre del 2020, Turquía donó equipamiento militar a la nación centroasiática.
El presidente Sadyr Japárov visitó Ankara en mayo, mientras que el ministro de Exteriores kirguizo se vio con su homólogo turco a mediados de junio y a finales del mismo mes los ministros de Defensa se reunieron en Biskek. La cooperación militar fue el principal tema a tratar. Los acuerdos entre ambos países fructificaron en octubre, cuando se hizo público que Kirguistán compraría drones turcos Bayraktar TB2, al igual que rusos Orlan-10.
Las hostilidades con Tayikistán fueron la principal razón detrás de dichas adquisiciones. “No teníamos ni un avión durante el conflicto [con Tayikistán]. Ahora compraremos tanto aviones como drones,” anunció Japárov recientemente. Sin embargo, de momento no parece que Kirguistán vaya a comprar aeronaves, que son bastante más caras que los vehículos aéreos no tripulados.
Los drones no son lo único que Kirguistán está comprando últimamente. El mes pasado, el país mostró 40 vehículos Toyota acorazados que ha adquirido en Dubái y que serán usados por los guardias fronterizos.
Poniéndose al día
El ejército de Kirguistán representan un caso especial en Asia Central. Tras su independencia de la Unión Soviética, el entonces presidente Askar Akáyev (1991-2005) era de la opinión de que el país no necesitaba un ejército. Dependería para su seguridad de las tropas de la Comunidad de Estados Independientes (CEI). Sin embargo, tuvo que cambiar su política cuando se puso de manifiesto que la CEI no se haría cargo de la defensa kirguiza. En mayo de 1992 Akáyev firmó la orden para la creación del ejército y el Estado Mayor tomó forma al año siguiente.
Desde entonces, Kirguistán ha ido aumentando gradualmente su gasto en defensa, desde apenas 24$ millones en 1993 a 130$ millones en 2020 (ver abajo). Es difícil entender como el país puede permitirse aviones de combate con ese presupuesto. A pesar de ello, es bastante más alto que los 80$ millones de Tayikistán. Pero estos datos no incluyen la ayuda militar recibida de terceros países.


Tal y como recoge Oxus Society, desde 2012 Kirguistán ha recibido armas de segunda mano y otro material de Rusia por valor de más de 200$ millones. Mientras tanto, Tayikistán recibió sólo en 2019 equipamiento ruso por valor de 122$ millones, así como otros 200$ millones que estarán destinados a modernizar su ejército para 2025.
Hay que tener en cuenta también un aspecto intangible como es la experiencia. Las incursiones del Movimiento Islámico de Uzbekistan en Kirguistán en los veranos de 1999 y 2000 pusieron de manifiesto el débil estado de unas fuerzas de seguridad con falta de recursos humanos y materiales. Al mismo tiempo, mientras que las tropas tayikas también tienen que hacer frente a problemas materiales y financieros, están más acostumbrados a lidiar con problemas en la frontera e infiltraciones desde Afganistán.
Los peligros del nacionalismo
El hecho de que Kirguistán quiera modernizar sus fuerzas armadas no debería preocupar. Es un objetivo legítimo para todo país. Sin embargo, las declaraciones de Japárov, junto con su creciente tono militarista, sí pueden causar cierta inquietud.
“Nunca en 30 años hemos empezado un conflicto, no hemos tomado el territorio de otra gente por las armas. Y eso no ocurrirá. Pero si hay intentos de conquistar nuestra tierra, contestaremos con fuerza”, dijo el presidente kirguizo durante una conferencia de prensa el 23 de octubre.
Durante el mismo evento, ofreció a Dusambé de manera negligente intercambiar “275 metros” de territorio por tres millones de hectáreas de Tayikistán oriental. No es la primera vez que él o su socio Kambybek Tashiyev, a cargo de la seguridad nacional, aumentan las tensiones de manera irresponsable con salidas de tono.
El conflicto fronterizo con Tayikistán fue la primera prueba a la que tuvo que hacer frente Japárov como presidente. Se puede decir que la suspendió. Siendo él mismo un nacionalista, tuvo que hacer frente a las críticas de otros nacionalistas kirguizos que le acusaron de ser blando con Tayikistán. A pesar de haber consolidado su posición tras las elecciones presidenciales y el referéndum constitucional de este año, Japárov todavía tiene que hacer frente a una multitud de problemas.
Los efectos de la pandemia, la inflación y el invierno que se avecina con problemas en el suministro energético son desafíos que tendrá que solventar Japárov. Es muy probable que no tenga soluciones para ellos. Ondear la bandera del nacionalismo es una manera de distraer la atención de los problemas reales del país. Esto es algo que habrá que vigilar. No sería la primera vez en la historia contemporánea que una espiral de nacionalismo se va de las manos y acaba en un conflicto armado. Con la confianza de un ejército mejorado y deslumbrado por las luces de la retórica nacionalista, Japárov podría ver tentado a buscar la revancha con Tayikistán. Un escenario poco probable pero no descartable.
¿Y qué ocurre con Tayikistán? Su presidente Emomali Rahmón también se ha beneficiado domésticamente del nacionalismo tras el conflicto con Kirguistán y, más recientemente, con la subida al poder de los talibanes en Afganistán. En este momento la atención tayika está más centrada en Kabul que en Biskek. Sin embargo, Dusambé debería vigilar el rearme kirguizo. “Ellos [Kirguistán] continúan con su llamado bloqueo económico, están intentando mejorar relaciones con los talibanes y, al mismo tiempo, están comprando armas. Esto es alarmante para Tayikistán”, dijo el politólogo Parviz Mullojanov a Radio Ozodi.
Visto desde una perspectiva regional, el hecho de que Kirguistán quiera establecer relaciones con el régimen talibán es algo normal. En este sentido, Biskek sigue la estela de Kazajstán, y no se acerca tanto a Kabul como Uzbekistán o Turkmenistán. Sin embargo, cuando uno añade a la ecuación el conflicto tayiko-kirguizo y la hostilidad de Dusambé con los talibanes, ve emerger un enrevesado movimiento de pinza. Aunque es difícil que las relaciones kirguizo-afganas prosperen a tal nivel para amenazar a Tayikistán, es algo que hay que tener en cuenta.
Pese a todo, se han producido avances en los últimos meses para demarcar la frontera tayiko-kirguiza, y se han podido ver gestos de buena voluntad entre ambos países. Sin embargo, el ruido populista acalla estas noticias positivas. Un ejército mejor equipado es una aspiración legítima, pero también puede inducir una falsa sensación de confianza que, junto a un discurso nacionalista, puede llevar a resultados indeseados. Al fin y al cabo, como dijo el presidente francés François Mitterrand: “Le nationalisme, c’est la guerre“.
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