Los tesoros ocultos de Turkmenistán (2ª parte)

Tal y como vimos en Los tesoros ocultos de Turkmenistán (1ª parte), el país centroasiático tiene un importante patrimonio histórico desconocido para el gran público. En esta segunda entrega exploraremos cuatro monumentos más: una antigua ciudad, una mezquita de dragones, un fuerte militar y un mausoleo legendario.

Las ruinas de Abiverd

Situada a medio camino entre dos monumentos Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, la fortaleza parta de Nisa y el oasis de Merv, encontramos los restos de una ciudad que jugó un papel importante en el medievo: Abiverd.

El asentamiento original se remonta a los partos, pero fue bajo sus sucesores, los sasánidas, que comenzó a prosperar. Abiverd era parte de una cadena de puestos fronterizos que protegía a los sasánidas de las incursiones provenientes de Asia Central. Al mismo tiempo, su localización, entre Nisa y Merv y entre Jorasán y Jorasmia, hizo de Abiverd un importante núcleo comercial.

La ciudad cambió de manos varias veces a lo largo de su historia (afrigidas, samánidas, gaznávidas, etc) pero su periodo de mayor esplendor se lo debemos a los selyúcidas. Fue durante esta época aproximadamente que Abiverd dio varios importantes intelectuales, de Al-Zarir, un poeta ciego de la corte samánida, al historiador y poeta Abul Muzaffar Abivardi (m. 1113).

Abiverd comenzó su declive tras su destrucción por el hijo más joven de Gengis Kan, Tolui. Aunque se recuperó tras la invasión mongola, no pudo sobrevivir al saqueo de Nader Shah en el siglo XVIII.

Hoy uno todavía puede contemplar las ruinas de lo que en su día fue una ciudad próspera, desde sus cimientos a los muros erosionados que han llegado a nuestros días. Fragmentos de cerámica y azulejos de siglos de antigüedad se encuentran esparcidos por el suelo, como si hubiesen sido abandonados ayer. Un recuerdo de los muchos secretos de Abiverd que esperan ser descubiertos.

Panoramic view of Abiverd

Dragones en una mezquita

Construida un par de décadas más tarde que la conocida madrasa de Ulugh Beg, en Samarcanda, la mezquita del Jeque Jamal ad-Din en Annau ejemplifica la dramática y turbulenta historia de la región. Fue erigida en 1455-56 para albergar la tumba de un notable local por el hijo del mismo, un tal Mohammed. Se cree que este Mohammed probablemente fuese el visir del gobernante timúrida de Jorasán, Abul Kasim Babur (r. 1449-56), quien era a su vez sobrino de Ulugh Beg y bisnieto de Tamerlán.

El complejo constaba de una mezquita, una lápida y otros dos edificios. La mezquita, construida de ladrillos de adobe, tenía dos pisos de altura y estaba coronada por una cúpula. Dos minaretes flanqueaban el edificio. Sin embargo, lo más destacable no era la estructura en sí, sino la imagen que decoraba la fachada: un mosaico de dos dragones azi dahaka, criaturas pertenecientes a la mitología persa. Pero poco queda de esta mezquita hoy en día.

Shekih Jamal ad-Din mosque in 1902
Shekih Jamal ad-Din mosque nowadays

En 1948 un terremoto asoló Asjabad, matando a decenas de miles de personas y destruyendo la mezquita. El templo ya estaba en mal estado antes del desastre natural, pero tras el temblor se derrumbó por completo.

Los restos de la mezquita del Jeque Jamal ad-Din se encuentra a menos de 20 kilómetros de la capital. Tras el terremoto no se hizo ningún intento de reconstruir el edificio. Los famosos mosaicos con los dragones pueden verse en el Museo de Bellas Artes de Asjabad tras su restauración a principios del siglo XXI gracias al Fondo para la Conversación Cultural de Estados Unidos.

El fuerte de un conquistador

Nader Shah, el hombre que dio el golpe de gracia a Abiverd, también contribuyó a la región. La frontera entre Turkmenistán e Irán era escena entonces de constante incursiones de tribus turcomanas a la caza de esclavos. Nader Shah, él mismo de origen turcomano, decidió construir un campamento militar para prevenir dichos ataques. El resultado fue una imponente estructura que ha llegado hasta nuestros días en buen estado.

Rodeada por muros de hasta tres metros de altura y con 12 torres por cada uno de los cuatro costados, el fuerte de Nader Shah puede reconocerse a simple vista. En el centro se encuentran los restos del palacio del shah, mientras que en la cara norte un montículo de diez metros de altura ofrece unas imponentes vistas del complejo y del campo circundante. Dentro, los edificios que daban cobijo a la tropa y a la intendencia son claramente visibles.

El fuerte, construido en la década de los 40 del siglo XVIII, está solamente a dos kilómetros al norte de Jivabad, un asentamiento fundado por Nader Shah para servir de refugio a los esclavos liberados tras su toma de Jiva (Uzbekistán).

[Para saber más sobre las campañas de Nader Shah en Asia Central puedes leer Nader Shah y la conquista de Asia Central]

Un mausoleo con una leyenda

Ninguna lista de este tipo que se precie estaría completa sin un mausoleo. En este caso, se trata del mausoleo de Astana Baba, que da nombre al pueblo en el que se encuentra, a orillas del río Amu Daria.

Construida de ladrillos de adobe, la estructura es de hecho un complejo. Las partes más antiguas son dos cuartos con sus respectivas cúpulas, uno siendo una mezquita y otro un mausoleo con una sola tumba. Se cree que su origen se remonta a los siglos XI-XII. Las otras dos salas, también con sus cúpulas, fueron construidas posteriormente y tienen dos tumbas cada una, albergando los restos de dos santos locales. ¿Pero quién está enterrado en el mausoleo original?

Según una leyenda, fue el gobernante de Balj (Afganistán) quien ordenó construir el mausoleo para su hija, que había muerto al poco de casarse con un príncipe local. Tres veces se levantó el edificio y otras tantas se derrumbó. Entonces el padre, según la versión, entró en contacto con o vio en sus sueños a un anciano que le recomendó usar para la construcción arcilla y agua que el mismo traía de la Meca. Así sucedió y, que sepamos, no hubo un cuarto colapso. La leyenda nos dice que finalmente el padre fue enterrado junto a su hija.

El pueblo de Astana Baba también alberga otro mausoleo llamado de Alamberdar, el portaestandarte del Califa Ali. Sin embargo, se cree que fue construido en el siglo XI y que podría albergar el cuerpo de Ismail Muntasir, el último pretendiente del trono samánida (m. 1005).

Turkmenistán tiene un rico patrimonio que está en gran medida por explorar. Los monumentos descritos en estas dos entregas son solamente una selección. El yacimiento de la Edad del bronce de Gonur Depe, la fortaleza de Amul, los caravasares que pueblan la sección turcomana de las Rutas de la Seda y multitud de fuertes y castillos sin nombre son otros de los tesoros que Turkmenistán puede ofrecer.

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